Empieza el verano en Barna City, la capital turística de Extrema Europa. Un titular salta a los medios: «Turistas japoneses atacan a ancianos y niños en el parque acuático de la Sagrada Familia». Arde Twitter, prende entre los nativos la fobia anti japonesa, la comunidad nipona se esconde en los hoteles, y la opinión pública aún no sabe que los agresores no son dos simples japoneses enloquecidos, sino algo más inquietante.
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